Sínodo, la misión en el entorno digital

06.04.2024
FUENTE: CITTÀ NUOVA

Entrevista con la camerunense Marcelle Momha, analista de tecnopolítica

Foto Pexels

Son muchas las propuestas que surgieron del último Sinodo sobre la sinodalidad . El Papa Francisco quiere examinar diez en particular: una de ellas: «La misión en el entorno digital». Marcelle Momha, una joven camerunense residente en Estados Unidos, es analista tecno-política e investigadora especializada en Inteligencia Artificial (IA), tecnologías emergentes y ciberseguridad.

El Sínodo considera la esfera digital como una «dimensión crucial del testimonio de la Iglesia en la cultura contemporánea».

¿Qué significa esto para usted?

Entender la cultura digital como parte de la evangelización e implicar a las generaciones más joven de la Iglesia en el desempeño de esta misión es crucial. En relación con mi investigación y mi trabajo personales, a mi pequeña manera, entiendo claramente que en la perspectiva de la «Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», la alfabetización en inteligencia artificial es hoy un componente esencial de la alfabetización digital más amplia. En una era de rápidos cambios tecnológicos, la IA ha surgido como una de las herramientas más poderosas con potencial para transformar las sociedades. Las ventajas y beneficios de esta herramienta son inmensos. Sin embargo, sus implicaciones éticas siguen siendo objeto de intenso debate. Recientemente me he unido a una vibrante comunidad de líderes empresariales, científicos de datos, desarrolladores técnicos e investigadores de vanguardia dedicados a aprovechar el poder transformador de la IA en beneficio de la humanidad, minimizando al mismo tiempo su posible impacto negativo. Estoy contribuyendo al desarrollo de un conjunto de herramientas de AI responsable, una guía práctica para incorporar seis pilares fundamentales en el tejido de los proyectos y operaciones de AI: transparencia, equidad, responsabilidad, privacidad, sostenibilidad, seguridad y protección. Como cristiana, este esfuerzo es parte integrante de mi compromiso de reconciliar e integrar los valores en la tecnología. Estoy en sintonía con el informe de la síntesis sinodal y profundamente agradecida al Espíritu Santo por guiar a la Iglesia en todas las épocas históricas. Como mujer joven, implicada en estas cuestiones, este apremiante llamado no podría ser más oportuno: hoy el espacio digital es parte integrante de la vida de nuestra misión.
El Sínodo propone un discernimiento sobre cómo implicarse para contribuir a que el mundo en línea sea «seguro», destacando los peligros de la intimidación, la desinformación, la exclusión y la explotación.

Como he mencionado antes, las aplicaciones de la IA (que van mucho más allá de la IA generativa más conocida por el público: la que puede crear nuevos contenidos e ideas, incluidas conversaciones, historias, imágenes, vídeos y música) han permitido notables evoluciones en diversos ámbitos humanos y científicos, empezando por nuestra vida cotidiana. Pero sin duda existe también la otra cara de la moneda. Hablemos, por ejemplo, de las desigualdades. Como señaló el Vicesecretario General de la ONU en 2021, la brecha digital se está convirtiendo en la «nueva cara de la desigualdad» y la IA podría exacerbar esta tendencia. Las naciones empobrecidas y las comunidades marginadas tienen recursos limitados (en relación con la infraestructura de datos, el acceso a la banda ancha, la tecnología adecuada, la eficiencia energética, etc.). Esto las coloca en desventaja en la carrera global y las hace susceptibles de explotación. Los sesgos generalizados en los datos de entrenamiento de la IA aumentan su vulnerabilidad, reflejando patrones discriminatorios.
Por lo tanto, las comunidades sin recursos adecuados no pueden participar, no pueden aportar su saber hacer, sus dones.

¿Cómo pueden sentirse enviados a una misión?

Es esencial que la IA, como cualquier otra tecnología, sea más integradora, exprese con precisión y acoja la diversidad de personas, culturas y opiniones de todo el mundo. También se discute mucho sobre las amenazas potenciales que la IA supone para la paz mundial y el desarrollo humano. El Papa Francisco lo mencionó en su último mensaje para el Día Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2024. Creo firmemente que debe adoptarse un doble enfoque, descendente y ascendente, para abordar estas preocupaciones. Además de la adopción de estrategias de gobernanza nacionales e internacionales, el compromiso de las empresas, los marcos reguladores de la IA, las normas y los estándares, debe haber una inversión significativa en alfabetización y educación en IA.

¿Cómo puede la Iglesia hacer que la esfera digital y la IA en particular sean «espiritualmente vivificantes»?

Sin duda, fomentando la alfabetización en IA y el acceso a la tecnología. La alfabetización y la educación en IA capacitan a las personas para comprender y evaluar las repercusiones de la IA, lo que permite tomar decisiones con conocimiento de causa. Cultiva las habilidades de pensamiento crítico para discernir la información fiable sobre la IA de la desinformación o las falsificaciones profundas, los enfoques falsos, mejorando el discurso público y las decisiones políticas. Las iniciativas que abordan el sesgo algorítmico y la discriminación a través de la educación son esenciales para promover la ciudadanía responsable y reducir las brechas digitales.
Si se enseña a los cristianos de todo el mundo a utilizar correctamente la IA, es probable que sea usada para el bien común.
Por eso apoyo el desarrollo de programas y formaciones integrales que estén en consonancia con la revolución tecnológica, porque hoy solo hablamos de IA pero hay mucho más: realidad virtual aumentada e inmersiva, Metaverso, gemelos digitales, hiperautomatización, etc. Podemos y debemos ayudar a las personas a prepararse y asumir responsablemente estos cambios. Y, como dice a menudo el Papa Francisco, recordemos que todas estas áreas pueden ser espacios «ricos en humanidad», donde podemos dar testimonio de nuestra fe y donde podemos recibir dones de los demás; espacios donde realmente podemos aprender a caminar juntos, como Iglesia sinodal.

LILIANE MUGOMBOZI

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